Los Pumas y los All Blacks: rugby, símbolos y tradiciones

Los Pumas y los All Blacks: rugby, símbolos y tradiciones

Un nuevo mundial nos invita a revisar aspectos culturales. Es Francia el epicentro de una nueva y justa batalla deportiva global. Es justamente la sede de la semifinal entre argentinos y neozelandeses

Cuando Erasmo de Róterdam (1466 – 1536) escribió “Elogio a la locura” en 1511 lógicamente no estaba pensando en el rugby. Por ese tiempo sus preocupaciones seguramente pasarían por “otra cancha”, aunque bien podríamos (una vez más) jugar haciendo comparaciones antojadizas, tomando conceptos del deporte de la ovalada. Por ese entonces podríamos inferir con certeza, que ese Erasmo (teólogo y filósofo neerlandés) a la usanza del mejor tackleador, le metió un “viaje” formidable a las tradiciones religiosas de la época, haciéndoles saltar “la guinda” a las conservadoras costumbres cristianas hasta poner en máxima tensión a todo el mundo renacentista. En el fondo nuestro exagerado parangón no tiene ningún asidero pues el juego de la ovalada estaba a más de tres siglos de ser inventado, aunque nadie podrá dudar que a partir de ese momento “empezaba otro partido” para Erasmo y para el pensamiento moderno.

Erasmo, teólogo y filósofo neerlandés

Siguiendo con el simulado ejemplo comparativo, diremos que la crítica de Erasmo a las prácticas de la iglesia de aquel momento fue tan dura como la reciente defensa de “Tute” Moroni contra Gales, cuyo tackle salvador logró movilizar hasta las fibras más sensibles de la memoria de toda la historia del mundo Puma.

Y en ese impulso pasional, cargado de emocionante y elogiosa locura de Moroni revivieron las históricas banderas de los originales “yaguaretés”. Desde la inolvidable “palomita” de Marcelo Pascual zambulléndose en el ingoal del Ellis Park de Johannesburgo en 1965 a la vincha de “Pochola” Silva, los gritos de Aitor Otaño, los drops de Porta, la defensa de Loffreda, el coraje de “George” Alem, los consejos de “Veco” Villegas, la “Gran Cacho”, la reacción de Federico Méndez contra el gigante Paul Ackford en Twickenham (1990), las arengas de Pichot, las corridas de “Nani” Corleto, las genialidades del “mago” Hernández, el sudor de Phelan, el respeto que inspira Matera, las lágrimas de un himno nacional, la ropa de los Granaderos, la idolatría de Creevy y el emblemático ADN de todo el rugby criollo: el scrum. Todo junto en un instante, abrazado a cientos de huellas que llenaron la galería iconográfica de aquellos (siempre) emblemáticos 888 jugadores que vistieron la camiseta de la selección argentina de rugby.

El helecho plateado en la tierra del kiwi

Dejando atrás a Erasmo; pero contagiados fanáticamente de los que despierta el deporte, vamos a meternos en la “loca” pasión que despierta el rugby.

Un nuevo mundial nos invita a revisar aspectos culturales

Un nuevo mundial nos invita a revisar aspectos culturales. Es Francia el epicentro de una nueva justa deportiva global, convirtiéndose el “Stade de France”, de la bella y glamorosa localidad de Saint – Denis, en la sede de la semifinal entre argentinos y neozelandeses.

Nadie duda que decenas de símbolos y tradiciones llenan la dimensión rugbística y se han convertido a lo largo del tiempo en inmortales. Los discursos, las corbatas, los pins, el tercer tiempo, la imagen reverencial de los capitanes, los banderines que ilustran paredes, el quincho y la cantina, las camadas, “las vacas sagradas” (viejas leyendas “intocables” convertidos en héroes gloriosos aunque sea solamente para el querido anónimo club al cual pertenecen), las giras, las cábalas, las fotos de antaño, los hinchas, los referís, los cantitos, “las calles”, los entrenamientos con frio y lluvia, los amigos que quedan para el resto de la vida, los inolvidables “troncos” y los que siempre en cada asado de amigos del club figurarán bajo el indiscutido mote: “Él, estaba para Puma”.

Pero en la coyuntura, y volviendo al mundial de rugby de Francia, nuestros Pumas enfrentan a los All Black. Y así como esos “Todos de Negro” deberán bregar duro para vencer a la Argentina, los neozelandeses siempre se referenciaron con su canto folclórico tribal maorí (comúnmente conocido como haka – “el desafío”): “Kapa O Pango”.

También en la simbología del seleccionado de Nueva Zelanda encontramos en su pecho a la inconfundible hoja de helecho plateado (o helecho blanco), por muchos confundido con una pluma.

El helecho plateado es un árbol que crece en terrenos drenados y sobrevive en ecosistemas más bien secos. Brotó en Nueva Zelanda hace 1.800.000 años y su hoja de aproximadamente cinco centímetros de largo se convirtió en un símbolo de la nación, encarnando además un emblema de la cultura maorí.

Ya en la gira rugbística de los neozelandeses de 1888 al Reino Unido de Gran Bretaña, aquel equipo capitaneado por el fullback Joseph Astbury Warbrick (el primer capitán del seleccionado de Nueva Zelanda y muerto trágicamente en el valle volcánico de géiser de Waimangu) mostraba en su camiseta como remembranza a la tradición maorí una hoja de helecho. Dice la leyenda que los viejos guerreros de las tribus desparramaban las hojas plateadas en los senderos, porque en la noche brillaban ante la luz de la luna, lo que permitía servirles como guía para volver a sus hogares cuando caía el sol tras jornadas de cacería o de batallas nocturnas. Algunas tradiciones también sostienen que existían variedades de ese helecho que eran venenosas y actuaban como somníferos. Entonces los guerreros maoríes frotaban dichas hojas con las puntas de sus flechas utilizándolas para la defensa ante sus invasores o para la caza. De ahí su ponderación mítica de la hoja de helecho.

La identidad maorí siempre mantuvo un fuerte lazo espiritual con su tierra.

Pero si algo caracteriza a los maoríes es la veneración por su ave sagrada: el kiwi. La identidad maorí siempre mantuvo un fuerte lazo espiritual con su tierra y la naturaleza generando un significado cultural y sagrado muy profundo para ellos. Los kiwis, haciendo honor al popular dicho: “rara avis” (ave rara) son una especie de aves de la familia de las paleognatas caracterizándose porque no pueden volar. Son como una gallina con un pico muy largo y junto a los murciélagos fueron los primitivos habitantes de Nueva Zelanda, miles de años antes que los primeros pobladores oceánicos habitarán esas islas de la Polinesia.

Lamentablemente la llegada de colonizadores y todos los acompañantes de la conquista, terminó prácticamente exterminando al kiwi. Los perros, gatos y lobos que llegaron con la colonización europea tuvieron en los kiwis una presa fácil como alimento ante la imposibilidad de estos de volar, mientras que las ratas, pericotes y aguiluchos que arribaron en los barcos de corsarios y piratas tuvieron su abundante alimento en los huevos de kiwi, lo que generó prácticamente su extinción.

Sin embargo, los nativos maoríes tuvieron durante siglo (y aún continúa) al kiwi como algo sagrado y relacionaron muchas de sus características físicas con lo mágico y divino, siendo según sus creencias una de las creaciones vivientes de su dios supremo: Ta’aroa y su compañera Fei – Materail, que representaba la noche. El kiwi es un ave nocturna que puede ver de noche perfectamente. Es decir, que observa en la oscuridad. “Ve más allá de la luz del día; mirando lo que nadie puede percibir”.

El kiwi además tiene la capacidad de girar su cabeza 180º. Por ende, “puede observar míticamente lo que pasa adelante, pero al mismo tiempo lo que pasa a sus espaldas”. También posee un extraordinario olfato, lo que permite valerse de una enorme percepción anticipativa como otro atributo supremo. A su vez su plumaje es fácil de camuflarse debido a su parecido con la maleza de los campos. Tales características convirtieron al kiwi en un ícono sagrado para las tribus polinesias, nutrido de enormes poderes y bendecido por el mandato de la naturaleza.

Nacieron Los Pumas

La historia nos cuenta que fue un periodista sudafricano quien empezó a llamar al equipo argentino como Pumas. En esencia, ese yaguareté con manchas oscuras que llevaban como emblema en la camiseta albiceleste durante su histórica gira por Sudáfrica resultaba difícil de identificar, y mucho peor, para los reporteros locales, la palabra de origen guaraní era desconocida e imposible de pronunciar.

El nacimiento de Los Pumas

El yaguareté, (panthera onca), es una de las diez especies de felinos silvestres (además del puma, el yaguarundí, el ocelote, la tirica, el margay y los gatos huiña, andino, montés y del pajonal) que habitan en la Argentina. Sus manchas son únicas como nuestras huellas dactilares. El nombre yaguareté significa “la verdadera fiera”. Su fuerza, belleza y misterio protagonizan leyendas, mitos y también historias que fueron trasmitiéndose de generación en generación. Actualmente el diseño del escudo distintivo de la camiseta argentina se adecuó al nuevo tiempo y redefinió su imagen disponiendo en su gráfica la figura de un verdadero puma, ya sin las clásicas manchas del yaguareté, aunque conservando siempre el símbolo indisoluble de la fiereza del felino al lado del corazón, enfundado en una piel con franjas horizontales celeste y blanca que rememora una de las grandes glorias del deporte nacional reviviendo constantemente la pasión de un sentimiento que se conserva para siempre y que identifica inseparablemente la palabra Puma con Argentina.

Gentileza del Prof. Gustavo Capone

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