“Ya el sol del veinticinco viene asomando”; si hasta lo cantó Carlos Gardel. “No olvidemos a esos hombres”, dirá la Señorita. “Hoy como ayer”; “sigamos su ejemplo”. Todos lo hemos escuchado. Pero también deberíamos recordar que por ese tiempo de mayo de 1810 nació el espacio de la política criolla. Y que hubo un día que se pusieron sobre el tapete claramente los intereses ideológicos y económicos que cada sector representaba. Debatiendo ideas que se sustentaban en precedentes que marchaban desde la independencia norteamericana (1776) y la revolución francesa (1789) hasta la rebelión inca de Túpac Amaru (1780), pero también fue un tiempo plagado de invasiones extranjeras, fusilamientos, amenazas y traiciones por las costas rioplatenses.
Con todo ese cóctel geopolítico y socio – cultural llegamos hasta 1810. Considerando además que el proceso revolucionario americano fue largo, tortuoso y lleno de vaivenes, y que podríamos sintetizarlo (simplificando) con comienzo en la revolución haitiana de 1804 y el final en la emancipación cubana en 1895.
El día, verdaderamente revolucionario, en Buenos Aires fue el 22 de mayo de 1810, donde se expuso como nunca en un espacio institucional (o sea en el Cabildo, como un equivalente a nuestro actual parlamento) el debate de la reversión de los derechos del monarca hacia otra forma de representatividad y las diferencias en la interpretación de la normativa jurídica ante los sucesos acaecidos en España, estableciendo así, el primer hecho político y revolucionario concreto. Esos días se convirtieron en la bisagra histórica de un proceso que se iniciaba en la semana de mayo de 1810 y que terminaría de gestarse allá por 1816 en Tucumán.
Queremos saber de qué se trata
La absoluta deslegitimación de la monarquía y el cautiverio de Fernando VII, más la caída de la Junta Central de Sevilla y al avance napoleónico, había producido en América un mar de dudas. Obviamente, Buenos Aires no estuvo al margen, dando paso raudamente a la discusión de componer una nueva forma de poder. En la mayoría del grupo “ilustrados” estaba la idea de estructurar un país a partir de un nuevo régimen político y buscar la renovación de la fisonomía social y económica, aunque no estaban muy claros, ni los límites geográficos del nuevo estado y cuyas dudas hasta se manifestaba en las cavilaciones que deparaba el mismo nombre con que se referenciaría el naciente espacio que dejaba de ser virreinato. El debate será también con qué profundidad y cuál sería el alcance de los cambios buscados. He ahí las contrapuestas posturas presentadas en el político e ideológico Cabildo Abierto del 22 de mayo.
El cabildo abierto es una modalidad extraordinaria de reunión de los vecinos de las ciudades virreinales en caso de emergencias o desastres. Así pues, Belgrano y Saavedra se reunirán con el alcalde de primer voto del Cabildo, Juan José de Lezica, y el síndico procurador, Julián de Leyva, reclamándole enérgicamente que se convoque urgente a un cabildo abierto. Y como para que los sostenedores del “regalismo español” y la figura del virrey Cisneros no se hicieran los desentendidos, el 21 de mayo French y Beruti marcharon a la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) con un multitudinario grupo de “fogoneros” (los llamados “chisperos del arrabal”) para advertirle que la cosa venía en serio. Sin más alternativas, sucumbiendo ante la presión, el virrey convocó a Cabido Abierto.
Posiciones encontradas en aquel Cabildo Abierto
Postura españolista: claramente consustanciados con la continuidad del Virrey Cisneros. Es la posición “regalista”, por la cual el monarca conservaba las facultades y potestad de supremacía sobre la nobleza y el clero. Esto se observó en la Junta que propusieron el 24 de mayo con Cisneros como presidente. “Mientras quedé un español vivo en América, ese debe ser la máxima autoridad”, argumentaban los más fundamentalistas. Inaceptable.
Postura legalista: proponía sostener juntas como en España. Fue esgrimida por el obispo español Benito Lué y Riega (manifiesto opositor al movimiento americanista). Tuvo también en el obispo y abogado Manuel Villota un ladero para detener el proceso emancipador. Su estrategia pasará a la historia como “la trampa de Villota”, por la cual sostenía que Buenos Aires no tenía facultades de desconocer al gobierno español y en caso extremo debería convocarse a todas las ciudades del interior. En el fondo anhelaba ganar tiempo para desalentar el desenlace revolucionario.
Postura americanista: buscaba constituir un gobierno propio. Su vocero fue Castelli, quien se cruzó fuertemente con los “legalistas” que buscaban dilatar las decisiones. Es cuando aparecerá en escena Juan José Paso, que sostuvo la posición de que “Buenos Aires como hermana mayor debía asumir el liderazgo y constituir urgente un primer gobierno propio”. En el fondo, será la posición triunfante, estableciendo desde el comienzo la supremacía porteña sobre el resto de las provincias del Río de la Plata.
Postura Independentista: fue la posición que sostuvo Mariano Moreno. “Convocatoria a Congreso inmediatamente y declaración de la Independencia”, con la incorporación de las provincias en forma urgente. Tuvo adhesión y afinidad de aquellos que defendían el planteo de Castelli.
La Primera Junta de mayo
Sobre la posición triunfante nadie discutirá la concreción de un gobierno propio y la composición de una junta que resguardará los derechos del rey preso. Lo que sí se manifestó al poco andar fueron las fuertes diferencias entre un sector tradicionalista y un sector reformista. Había triunfado la tradición jurídica española, y por ende se gestaba una especie de “ilustración a la española” representada principalmente por el ala conservadora de la junta: Cornelio Saavedra.
En el escenario aparecía también un grupo ilustrado y formado en Europa al amparo de los postulados de la revolución francesa como exponente de la nueva burguesía liberal porteña, cuyo cabal representante fue Mariano Moreno. Dos cosas se habían consolidado también en mayo de 1810.
Se iniciaba así un largo proceso que desembocará en Tucumán de 1816, proseguirá con las luchas internas intestinas de 1820, se intensificará con el rosismo, no tendrá paz en el tiempo constitucional de 1853, y un largo etcétera que podríamos continuar. Pareciera la constante “natural” argentina.
Gentileza de Prof. Gustavo Capone