Era hija del acomodado comerciante, funcionario de la Compañía de Indias y noble francés: Esteban Armando Périchon de Vandeuil. Su vínculo con Liniers.
“Esa mujer, con quien el virrey (Liniers) mantiene una amistad es el escándalo del pueblo. Ella no sale sin escolta, tiene guardia en su casa, emplea las tropas del servicio para las labores de su propia hacienda. Las caballadas costeadas a expensas del erario real se mantienen en su casa con solo el destino de ocuparse para sus paseos. (…) Esa casa que frecuentada por el virrey ha sido almacén y depósito de innumerables negociaciones fraudulentas; la que abrió huellas al extranjero para posesionarse de la ciudad e imponernos el dominio británico en las comarcas rioplatenses; la que ha servido de hospedaje y refugio a los verdaderos espías”. Descarnado relato de Martín de Alzaga, archienemigo de Liniers, a la Junta Suprema Central del Reino de España. Obviamente, la misiva buscaba desprestigiar a Liniers, pero el acento estaba puesto en la figura de su amante. Corría octubre de 1808, cuando el avance napoleónico sobre España era incontenible y la condición de franceses, tanto de Santiago de Liniers y como de Anne Marie Périchon, resultaban insoportable para una parte del establishment porteño.
Esa mujer era Marie Anne Périchon de Vandeuil, nacida durante 1775 en las Islas de Borbón (actual Isla Reunión, perteneciente a Francia), del archipiélago de Las Mascareñas al sudoeste del Océano Indico. Era hija del acomodado comerciante, funcionario de la Compañía de Indias y noble francés: Esteban Armando Périchon de Vandeuil.
Marie Anne fue conocida como “Madame Périchon”, o “Madame O’ Gorman”, por encontrarse casada con el médico irlandés Thomas O’ Gorman (abuelo de la popular Camila, la mujer enamorada del cura jesuita Ladislao Gutiérrez), cuya boda se había realizado en Ville de Port-Louis un 12 de febrero de 1792. En realidad, a Madame Périchon nunca le molesto que para las crónicas sarcásticas y anónimas de la época fuera además definida: “la querida del virrey”. Parece que al doctor O’ Gorman tampoco le importaba demasiado, quien también ostentaba fama de bastante “ojito alegre”. Es más, a ella le encantaba considerarse “la virreina” y tener influencia en la toma de decisiones políticas e incidir en negocios y acuerdos diplomáticos, jactándose presumidamente que ese era su trabajo.
Una historia novelada contemporánea la tituló a Anne Périchon en un libro como “La Libertina” (Florencia Canale. Editorial Planeta. 2020). Ahí es presentada como audaz, intrépida, desafiante y sin límites. Transgresora por antonomasia.
Deformación de su apellido ¿por qué?
Su figura se popularizó históricamente como “La Perichona”, a partir de una deformación despectiva de su apellido, pues se la relacionaba con la famosa actriz y cantante peruana, María Michaela Villegas y Hurtado, quien tuvo un amorío con el virrey del Perú, Manuel de Amat y Junyent, quien cuando entraba en cólera por desavenencias en su pareja le decía a viva voz y ante todos: “La Perricholi”. Por analogía Madame Périchon pasó a convertirse en la jerga popular rioplatense como “Perichona”. La otra parte de la historia era que “Perricholi”, el agravio ofensivo de Villegas y Hurtado a su mujer provenía del descalificador “perra” y “chola”.
Muchos historiadores han definido a Anne Périchón como “ligera de cascos y como una persona de avería”. (Paul Groussac: “Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires” – 1907). Aunque siempre se la relacionó con el espionaje y su vida tiene aristas inescrupulosas, el apasionado Liniers, la llamaba: “Mi Petaquita”, por su físico bajo, aunque muy voluminoso.
Cuenta la historia que tras la reconquista de Buenos Aires (12 de agosto de 1806) y haciendo su entrada triunfal a la ciudad Liniers con las tropas, ante el vitoreo popular, al llegar a la calle San Nicolás (hoy Avenida Corrientes), desde los balcones de una casa, Marie Anne arrojó un pañuelo bordado y perfumado en señal de admiración que cayó a los pies de Liniers. Éste recogió el pañuelo con la punta de su espada; lo tomó en su mano y lo llevó a su nariz; elevó la mirada deteniendo su marcha y contestó el saludo con una reverencia galante. Ahí habría comenzado todo. Liniers convertido en éxito militar, pronto sería nombrado virrey. Viudo dos veces y cincuentón, terminaría perdidamente enamorado de Anne.
La historia continúa
Santiago de Liniers, será designado virrey. Estará en el cargo nombrado interinamente por la Real Audiencia de Buenos Aires (luego confirmado por el rey) tras suceder a Sobremonte por casi dos años y medio (febrero de 1807 – julio de 1809). Acarreará muchos problemas internos. Será acusado de nepotismo, cohecho y peculado, sospechado de favorecer a los franceses. A lo que habría que agregar, su relación con la francesa “Perichona”. Al tiempo de dejar su cargo reemplazado por el virrey Cisneros será fusilado por no adherir a la Junta de Mayo el 26 de agosto de 1810 en Cabeza de Tigre (Córdoba).
En tanto, Madame Périchon, “Perichona” o “Petaquita”, desde su llegada al Río de la Plata en 1797 será señalada como espía de británicos, portugueses, franceses, protectora de contrabandistas y gestora de negocios turbios, tanto en Buenos Aires como en Brasil.
Santiago de Liniers
Su capacidad de relación era asombrosa, destacándose por tener información de primera mano, estando siempre en el centro neurálgico del poder. En el “centro de la alcoba”, dirán maliciosamente algunos.
Fue amante del espía británico James Florence Burke y de William Carr Beresford, nada menos que el militar y gobernador efímero de Buenos Aires tras las primeras invasiones inglesas. Todo antes de conocer a Liniers, quien venció precisamente a los ingleses. Viajará a Brasil donde tuvo una relación con el embajador británico Lord Strangford. Fue deportada a Buenos Aires por pedido de Carlota Joaquina (hermana del rey Fernando VII) que aspiraba a gobernar las colonias españolas en América. Las malas lenguas dicen que Joaquina estaba celosa de Anne Périchon, y que para conspiradora con ella alcanzaba, mucho más tras haberse “metido en las sábanas” de Lord Strangford.
En Buenos Aires transcurrirá el resto de sus días. Se adecuará perfectamente a los tiempos unitarios de Bernardino Rivadavia y no tendrá mayores inconvenientes en el gobierno federal de Rosas. Nunca perdió sus atributos, ni su audacia, ni sus “mañas”. Murió el 1 de diciembre de 1847. Tenía 72 años. Su fama hizo historia. Había desafiado todos los límites. El poder siempre se arrodilló ante ella.
Gentileza de Prof. Gustavo Capone