¿Qué se conmemoró  Día de la Diversidad Cultural: verdades, notas, mitos y errores

¿Qué se conmemoró  Día de la Diversidad Cultural: verdades, notas, mitos y errores

El concepto es tomado de declaraciones de la UNESCO que sostienen que “la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos.

Día de la Diversidad Cultural: verdades, notas, mitos y errores

El Día de la Diversidad Cultural está asociado al descubrimiento de América. Foto: GETTY IMAGES

Hasta hace muy poquito tiempo se escuchaba frecuentemente, ante la pregunta: “¿qué se conmemora el 12 de octubre?”, la común respuesta: “el Día de la Raza, porque ese día Colón descubrió América”. Muchos, con lógico sentido españolista, agregarían que festejaban el “Día de la Hispanidad”, pues era habitual el nostálgico recuerdo de “la madre patria” en esa amplía colectividad española que tanto hizo por Argentina. Las escuelas también durante mucho tiempo arraigaron ese concepto, y hasta el almanaque lo marcaba en colorado como el festivo “Día de la Raza”.

Esa respuesta sobre qué conmemoramos pareciera que en un amplio sector de nuestra sociedad todavía sigue muy arraigada, asociando casi natural e inseparablemente los conceptos: Colón, raza y descubrimiento. A partir de ahí, podríamos discutir algunos aspectos y refutar contundentemente otros.

Lo primeros que debemos hacer es aclarar que desde 2010 existe una Ley que determinó el cambio de denominación de Día de la Raza por Día del Respeto a la Diversidad Cultural, dotando a dicha fecha un significado acorde a lo que asigna la Constitución Nacional, donde se pondera la diversidad étnica y cultural de todos los pueblos.  

El concepto es tomado de declaraciones de la UNESCO que sostienen que “la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras, ampliando las alternativas; alimenta diversas capacidades, valores humanos y cosmovisiones; y permite que la sabiduría del pasado nos prepare para el futuro e impulse el desarrollo sostenible de los individuos, comunidades y países”.

El contexto histórico desde dónde se estableció el Día de la Raza

Probablemente los argumentos de Hipólito Yrigoyen, envuelto en plena Guerra Mundial cuando decretó en 1917 el “Día de la Raza” estuvieron encapsulados en el clima de la época, teñido de un nacionalismo antiimperialista y espiritualista, opuesto al ideario imperante durante gran parte del siglo XIX, impregnado de una cierta hispanofobia liberal. Eran los tiempos de la “madre patria” donde Ricardo Rojas y Manuel Gálvez mezclaban lo hispano, criollo e indio como sustento de argumentos anticapitalistas, pretendiendo justificar los prejuicios políticos contra el materialismo cosmopolita que asomaba. Tiempos donde la unión de España e Iberoamérica se sostenía según el embajador español Ramiro de Maetzu, “bajo el estandarte de la cruz y la espada”. En la actualidad, opuesto definitivamente al concepto de “raza”, y contra el abominable criterio de raza superior, podemos reflexionar desde otra perspectiva haciendo eje en un criterio y concepto mucho más amplio, plural y vigente: Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

Hace tiempo, y allá lejos

El final del siglo XV marcó el comienzo de una vertiginosa cultura planetaria abriendo la puerta hacia una historia global confirmando además un evidente cambio de paradigma. Aunque también aquel tiempo representó la ininterrumpida sistematización de un proceso con drásticos momentos y definidas consecuencias: reconocimiento, ocupación, conquista y “aculturación” en nuevos espacios geográficos.

Por ende, lo presentado como un hallazgo europeo reflejó muchísimo más que un promovido descubrimiento americano por Colón. Y si bien son claras las implicancias de dicho encuentro, incorporarse al mundo colonial significó para América adherir a una nueva organización política, social, económica, religiosa e idiomática.

Seguramente los Aztecas mexicanos poco o nada conocían de los Incas altoperuanos y estos a su vez no poseían noticias del Cathay y Ciamba en China. Como tampoco en Cipango (Japón) sabrían de nuestros Huarpes, de nuestros Puelches o de los Pigmeos del Congo. Desde esa fecha América tomó noticias de Europa, Asia y África en forma regular. Mientras tanto, y con sorpresa ante lo observado, éstos europeos tomaron cuenta de la existencia de un nuevo continente muchísimo más rico y sorprendente que lo que la misma leyenda sostenía. Una vez más: la realidad superó la ficción.

Fue también el momento no del descubrimiento propiamente dicho, sino de la sistematización de un proceso: reconocimiento, ocupación y conquista organizada del continente por parte de una potencia: España. Posteriormente lo harán portugueses, ingleses, franceses y holandeses en otras regiones del mapa americano. Consideremos que hacia 1492 ya existían en América aproximadamente 14 millones de nativos organizados en comunidades de altísimo desarrollo cultural y económico (las cifras oscilan ostensiblemente según distintos autores). En lo que concernía a nuestra actual Argentina, según el filólogo y ensayista Ángel Rosenblat (1902 – 1984) aproximadamente 300.000 nativos vivían en nuestra geografía nacional. Mientras que en nuestros vecinos sudamericanos por aquellos tiempos habitaban en Colombia: 850.000, Venezuela: 350.000, Guayana: 100.000, Ecuador: 500.000, Perú: 2.000.000, Bolivia: 800.000, Paraguay: 280.000, Uruguay: 5.000, Brasil:1.000.000 y Chile: 600.000.

Además, si la migración hacia el continente comenzó desde la Siberia asiática y desde la Polinesia y Australia (30.000 años antes de la llegada de Colón) la consideración sobre “descubrimiento” no es apropiada. Contemplando que vikingos, aventureros y corsarios, entre varios (algunos autores sostienen que egipcios y fenicios ya visitaban estas tierras con frecuencia desde mucho antes del arribo del genovés) el proceso que devino se relaciona con la conquista y no con el descubrimiento.

Encuentros y desencuentros. Pasado, presente y futuro

Esta nota no persiguió buscar el debate entre las dos caras de la historia. He sido testigo y parte, por décadas de esa discusión. En las aulas, en los simposios, en los congresos, en los cafés, desde los diarios, jugando de local y de visitante. Creo, que nunca pude convencer a nadie, porque tampoco era lo que buscaba; ni nadie me dio tantos argumentos para modificar considerablemente mi posición, será porque no era lo que necesitaba. Si afirmamos que existe una sola raza: la raza humana, y que cada vez resulta más difícil establecer consensos (aunque mínimos) de respeto y tolerancia ante la diversidad. Por eso las conmemoraciones deberían ser más reflexivas que festivas, y es lo que deberíamos profundizar desde nuestras escuelas, trabajos, sindicatos, asociaciones civiles, partidos políticos, instituciones, credos religiosos y nuestros hogares.

Y una vez más sostengo lo mismo; que muy a pesar de nuestros encuentros y desencuentros (los de ayer y los actuales, que parecieran ser los de siempre) y de los abusos que sometieron a generaciones (de toda índole y desde los tiempos centenarios; extendiéndose desde matanzas a la corrupción inescrupulosa), América seguirá siendo la tierra de las emociones, la fantasía, la pasión y los recursos naturales. Continúa siendo América el espacio de la esperanza. “Porque en la historia de los hombres, cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación” (Eduardo Galeano).

Gentileza de Prof. Gustavo Capone

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