San Martín se defiende por sí solo, no necesita a nadie que lo haga

San Martín se defiende por sí solo, no necesita a nadie que lo haga

San Martín no necesita que nadie lo defienda. Ya los juicios altamente positivos sobre el libertador nacieron de calificados académicos argentinos y extranjeros a lo largo de la historia con sobradas pruebas y siguen reiterándose actualmente. La defensa ante el agravio artero que sufrió San Martín ya fue esgrimida históricamente por sus camaradas de combate que lo conocieron en su faceta humana, política y militar. A San Martín lo defendieron mujeres y hombres de su tiempo que lucharon junto a él; y hasta sus adversarios terminaron reconociendo el genio y la astucia sanmartiniana. Ahora, no puedo mantenerme impávido ante juicios que ofenden la memoria de toda una gesta heroica, y que va más allá del virtuoso desenlace de la vida de San Martín. Y sostengo, no es una defensa al gran estadista, gobernador, gestor cultural y libertador de medio continente, sino que es la sencilla refutación a los argumentos vertidos por Emilio Ocampo, cuando sostiene (textual): “San Martín no fue el Padre de la Patria, ni el Libertador de América”, incurriendo además con sus apreciaciones en gruesos errores conceptuales.

El economista Ocampo, cae en subjetividades atroces, quitando méritos a San Martín y descontextualizando el análisis geopolítico de ese tiempo, el marco de alianzas en el campo de las relaciones internacionales y las distintas ponderaciones o dudas (cuando no, desconocimiento) que existían a principio del siglo XIX sobre los distintos e incipiente regímenes y sistemas políticos que venían naciendo a la vida pública. El análisis sesgado de Ocampo catalogando a San Martín de “caudillo populista y autoritario” y descalificando la obra de Mitre sobre San Martín (“Historia de San Martín; y de la emancipación americana” – 1868) como una novela provinciana, ignora brutalmente lo que estaba en juego en ese tiempo y su capacidad de líder para llevar adelante una gesta sin precedentes, como así también la formación intelectual del brillante estratega.

Comparto una imagen que podría ilustrar la situación y refutar un error de la nota de Ocampo que sostiene que San Martín “fue un personaje ficticio” subestimando ofensivamente su constancia, prédica y convicción. Esta es una proclama de San Martín al pueblo de Mendoza al tiempo de haber llegado a la gobernación cuyana. “Mendocinos: 130 sables tengo arrumbados en el cuartel de Granaderos a Caballo por falta de brazos valientes que los empuñen: el que ame a su Patria, y su honor que venga a tomados. La Cordillera va abrirse, mi deber me exige imperiosamente poner a cubierto este suelo de hombres libres. Para ello no deseo emplear la fuerza, pues cuento con la voluntad de estos bravos habitantes, pero me veré en la necesidad de hacerla si no se corresponde a mis esperanzas. A las armas mendocinos; arrojemos a los enemigos del desgraciado Chile, y en él regresaréis a vuestras casas cubiertos de gloria; esto os ofrece vuestro paisano”.

En poco tiempo el ejército libertador partía a través de Los Andes a Chile. Y así el futuro batallón que no llegaba a tener 130 soldados para que tomaran aquellos sables que mencionaba la proclama, cruzaría la cordillera con un ejército de 5.424 integrantes, que acarrearían además 10.000 mulas, 1.600 caballos y 800 vacas para faenar durante el tránsito por la montaña.

En síntesis: San Martín construyó todo desde la nada y sus frutos emancipatorios todavía perduran. Pero así, como la gesta libertadora fue estudiada como una de las mayores proezas sociales y militares de toda la humanidad en las mejores academias militares y de geopolítica del mundo, siendo comparada con otras hazañas épicas comunitarias de grandes generales históricamente reconocidos a nivel mundial: Alejandro, Escipión “el africano”, Aníbal, César o Napoleón, por nombrar a los indiscutidamente consagrados. Pero hay algo que destacar de San Martín sobre ellos, y fue que todos los otros sustentaron sus ejércitos sobre bases muy sólidas y en imperios dominantes, mientras que San Martín arrancó de cero. Cuando llegó a Mendoza no había nada y América se caía a pedazos ante la reconquista española.

Volviendo a los ejemplos diremos: que Alejandro se apoyó en todos los logros emanados desde Filipo II. Aníbal sobre lo conseguido previamente por su padre Amílcar. Escipión en las conquistas de Quinto Cecilio Metelo y Lucio Venturio. Julio César en lo generado por su tío Mario. Carlomagno sobre Pipino “El Breve”. Napoleón sobre Lazare Carnot. Pero no solo eso, todas aquellas conquistas al cabo del tiempo se desvanecieron. Esos imperios se desintegraron. Por ejemplificar nuevamente: Alejandro había conquistado desde el Danubio hasta el Indo, pero todo empezó a desmembrarse a su muerte. Escipión conquistó para Roma desde el Atlántico al Mar Negro y los montes Taurus, pero todo se desintegró al tiempo. En cambio, San Martín construyendo desde las raíces aseguró para el resto de los tiempos el fruto de sus logros. Conquistó el imperio de la libertad desde la Antártida hasta el Ecuador y desde el Atlántico al Pacifico y aún todas esas naciones, aunque no exentas de dificultades, perduran.

Conclusión

Quisiera pensar que los juicios vertidos por Emilio Ocampo, corresponden al descendiente directo de Carlos María de Alvear, el mismo Director Supremo que desconociendo a su “compadre” San Martín, lo mandó a destituir, perseguir y atentar contra su vida. O también (por qué, no) incorporado Ocampo a la política de turno, y siendo uno de los máximos referentes económicos de Milei, persigue una estrategia disruptiva en consonancia con su jefe político. Si así fuera, más allá de discrepar abiertamente con sus juicios, lo podría comprender (es la política; hoy, así y ahora), aunque nunca aceptar. Lo que es inaceptable, es que la Historia Argentina tiene pocos (escasos y excepcionales) puntos donde figuras como Lavalle, Dorrego, Rosas, Mitre, Sarmiento, Pellegrini, Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia, Alfonsín, y hasta los militares de las dictaduras, coincidieron. Ese común denominador fue y seguirá siendo José de San Martin. Pero no solo como un hito e icono fundacional de la Patria y la argentinidad, sino como el principal sujeto histórico cuyo accionar político fue trascendental para los tiempos americanos que llegan a nuestros días.

Gentileza de Prof. Gustavo Capone

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