Fue Güemes el único general argentino de nuestra historia caído en acción de guerra defendiendo los intereses de la patria. Murió joven, siendo una pieza fundamental en el estratégico plan continental, militar y político, diseñado por San Martín.
Quién diría que Martín Miguel Juan de la Mata de Güemes Montero Goyechea y La Corte, casado con María del Carmen Margarita Puch y Velarde, con sangre llena de millonaria prosapia, moriría desamparado en un improvisado catre de campaña, hecho de palos de algarrobo y tientos de buey, tirado a la intemperie, y con las estrellas como único techo de sus días finales entre los montes de la aislada Cañada de la Horqueta.
Fue Güemes el único general argentino de nuestra historia caído en acción de guerra defendiendo los intereses de la patria. Murió joven, siendo una pieza fundamental en el estratégico plan continental, militar y político, diseñado por San Martín. Tenía 36 años, y había sido herido por una bala, defendiendo como tantas veces su Salta natal. Pero su herida (como cualquier herida profunda de un hemofílico; él lo era) nunca cicatrizó. Murió diez días después. Un 17 de junio de 1821. Había llegado herido a su campamento de Chamical con la intención de preparar la novena defensa de Salta.
Martín Miguel de Güemes
“(…) Su herida se descompone rápidamente ante la impotencia de sus gauchos, quienes en las difíciles circunstancias deciden penetrar en la ciudad y prácticamente secuestrar a un adversario de Güemes, el Doctor Antonio Castellanos. La herida de Güemes requiere una urgente operación, cosa imposible de lograr en el lugar donde se encontraba. Ante el diagnóstico, y a los efectos de evitar represalias para con sus adversarios, Güemes autoriza que el Doctor Castellanos pueda retirarse del campamento. Será quien informará y posibilitará que un contingente español pueda llegar hasta el lugar para ofrecerle a Güemes: salvarle la vida a través de una operación, trasladarlo junto a sus familiares hacia el Perú y garantizarle un cómodo transcurrir económico. A cambio, solamente pidieron los españoles: que Güemes se rindiera”. Ingenuos.
“(…) Convocado su segundo jefe, el Coronel Vidt, ante un Güemes socavado por la gangrena y la fiebre, exige de su oficial un juramento antes de su muerte, él proseguirá la lucha hasta el objetivo final: la libertad de la patria”. (Miguel Ángel Casares)
El desenlace era predecible, y el destino estaba marcado. Reunió a sus oficiales y les transfirió el mando dando las indicaciones. Los hizo jurar que pelearían hasta las últimas consecuencias mientras hubiera, al menos, un salteño dispuesto a dar la vida por la libertad.
Casi un mes después de su muerte, el 22 de julio sus “infernales” paisanos le brindaron el mejor homenaje. Liderados por el Coronel José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes derrotaron a “Barbarucho” Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta. En las anteriores defensas del norte estuvo al frente de la montonera. En esta, la definitiva, fue la inspiración. Fue la bandera.
Y como Lugones relata en la “La Guerra Gaucha” (1905):
“En las rancherías, en los bosques, desde el mendigo a la anciana, desde el guerrero al niño, desde el animal al objeto, idéntica irrupción de bravura, como si en ella se les transmitiese la inspiración de su caudillo”.
“Los gauchos de fuego”
Miguel Ángel de Marco, biógrafo de José de San Martín y de Manuel Belgrano, sostuvo recientemente que la semblanza de los héroes de nuestra Independencia debía completarse con la vida de Martín Miguel de Güemes. Lo fundamentaba en estos términos: “Pocos fueron en nuestra historia los casos en que seres tan diferentes por su carácter, formación y hábitos conjugaron con tanta coherencia y decisión, sus esfuerzos en pos de una causa superior como la de la independencia sudamericana. Güemes merece, ser ubicado junto a los otros tres personajes fundamentales (San Martín, Belgrano y Pueyrredón) en el esfuerzo bélico de la independencia”.
En efecto, en aquel 1816, el hecho de que Güemes pese a sus diferencias con Buenos Aires no cortara sus vínculos con las Provincias Unidas, como lo hizo Artigas, fue clave para que el Congreso de Tucumán pudiera realizarse y romper definitivamente las cadenas con España.
En todo ese período, el accionar del Gobernador de Salta al frente de sus legendarios gauchos constituyó una barrera defensiva vital para los patriotas, conteniendo a los españoles en la frontera norte, muy cerca de donde sesionaba el Congreso.
Siguiendo a Lugones en “La Táctica” de aquel manual imprescindible de toda lectura de un buen ciudadano argentino, como es “La Guerra Gaucha”:
“un gesto resumía el paisaje: miles de leguas, el país sublevado, los incendios. La guerra ocupando los caminos; un escenario de humaredas y galopes; tiroteos, alaridos, trompetazos. Nada de sueño. Todo el mundo sobreentendía las dos únicas órdenes: ataque y dispersión. Una pandilla que se lanzaba de improviso, incrustándose en el enemigo. Dos minutos de hachear y revolverse entre un revoleo de lazos y de sables. Tumbos, bayonetazos. Al fin una descarga, y bajo la humareda el puñado de jinetes desmigajándose en galopes”.
Valientes “Infernales”. Fueron admirados incluso por el enemigo en virtud de su destreza como jinetes, su velocidad de ataque y su gran capacidad para la emboscada y la retirada.
Las historias de su historia
La muerte de Güemes resultó un duro golpe para los planes del Libertador San Martín que contaba con los gauchos norteños para defender la retaguardia enemiga mientras llegaba a Perú por mar.
Será Güemes uno de esos pocos testigos directos de los sucesos más relevantes de nuestra historia hasta su muerte. Estuvo presente en casi todos los hitos fundacionales de nuestra argentinidad. Dijo presente en junio de 1806 cuando se produjo la primera invasión inglesa. Llegó a ser ayudante de Liniers, quien lo nombró teniente de su escolta de granaderos (1807). Ferviente adherente a la Revolución de Mayo desde sus inicios. En los primeros años emancipatorios se desempeñó en el Alto Perú con la misión de interceptar las comunicaciones enemigas. En 1811 le tocará proteger la retirada de Juan Martín de Pueyrredón, luego de la catastrófica derrota de Huaqui, y en 1813 participó del sitio a Montevideo, valiéndole el ascenso a Teniente Coronel.
Regreso al “pago” salteño, y es ahí donde comenzará con la formación de las milicias gauchas, que adquirirán el original y eficaz plan defensivo – ofensivo de “guerra de guerrillas”, estrategia que lo hará inmortal en el imaginario popular.
Ya con su ejército campesino, Güemes tendrá su bautismo de fuego en 1814, deteniendo el avance del general “realista” Ramírez de Orozco, que había ocupado Jujuy. En 1815 será elegido Gobernador de Salta.
Creará, como General, el célebre Regimiento “Los Infernales”, con el uniforme rojo que pasó a la historia y quedó asociado a su nombre. Pero el mejor servicio a la patria lo brindaran a partir de 1815, cuando derrotado el Ejército del Norte por los “realistas”, con una situación internacional muy desfavorable, solo la “guerra de guerrillas” salteña se convertirá en el argumento para impedir el avance realista, dando tiempo a las Provincias Unidas para declarar la Independencia y a José de San Martín para preparar la campaña de Los Andes, en el último foco que todavía alumbraba la Independencia: Mendoza.
“Debo mandar, y mando”. El fuero gaucho
En 1817, tras la declaración de la Independencia, el Congreso General Constituyente dictó un Reglamento Provisorio en el que reconocía el “Fuero de las Milicias” (sueldo y posesión de las tierras donde habitaban los soldados), pero solo consideraba como tales a las milicias nacionales y a las milicias cívicas, obviando deliberadamente en su texto a las milicias provinciales. Por ende, a los gauchos de Güemes.
El golpe en la mesa de Güemes cuando leyó el documento se sintió en todo el norte. Pidió tinta y papel, y con furia redactó: “Debo mandar, y mando”, sostenía. A partir de ahí una extensa carta dirigió a Pueyrredón exigiendo la extensión de esas prerrogativas a sus gauchos.
“exijo para los valientes Gauchos el cobro del fuero, quienes a costa de su sangre han defendido con heroicidad la gran causa de nuestra independencia, causando desaliento en aquellos bravos defensores, sin advertir, que por sus méritos se han hecho acreedores a la distinción, y al premio justamente merecido por sus constantes virtudes”; proseguía la nota de Güemes.
Textual. “Por tanto, debía de mandar, y mando, que todos los Gauchos alistados en los respectivos Escuadrones, y la tropa no sólo gozan, y han de gozar del fuero militar, sino también de cuantos privilegios estén en las facilidades del Gobierno Supremo”.
Dicho bando, fue aprobado por Pueyrredón sin ningún tipo de objeciones. He aquí por qué tanto ascendiente popular.
“Gaucho Guerrero”
Ese era Güemes. Un guerrero y líder ante el enemigo, pero también en la defensa de los intereses de los hombres y mujeres que defendieron la patria. Como en “Gaucho Guerrero”, la samba de Hernán Figueroa Reyes: “En tiempos en que la patria necesitaba valientes, / el gaucho Martín se puso a pelear entrevera’o con su gente. / Allí está Don Martín Miguel con sus cien gauchos de fuego”.
Gentileza de Prof. Gustavo Capone